viernes, febrero 11, 2005

Apocalipsis del pensamiento - Capitulo 1


Era una mañana lluviosa de marzo y yo caminaba cabizbajo, con el hastío de siempre, bajo las goteras del cielo. A mi paso oía los ruidos producidos por las alimañas entre la basura que huían en busca de un rincón que se les antojase más seguro.

Tenía que hacer penosos esfuerzos para evitar pisar en los charcos de sangre y otros vertidos que me rodeaban por doquier. Ni siquiera sentía las nauseas de las primeras veces, me resultaba increíble cómo el ser humano se acaba acostumbrando a todo.

Las pocas personas que pasaban iban mirando al frente. En sus máscaras petrificadas no se distinguía ningún atisbo de sentimiento cuando tropezaban con algún desperdicio humano. Los más sensibles sólo aflojaban un poco el paso para luego apurarlo. Ya quedábamos pocos, apenas un par de docenas y, todos, excepto nosotros dos, permanecían a la espera de nuestros informes en las afueras de la ciudad. El resto de los ciudadanos que deambulaban aquella y todas las mañanas anteriores desde hacía ya mucho, tenían tanto de humanos como las piedras.

Seguí caminando, la lluvia parecía haber amainado, procuraba mirar al frente; nadie debía sospechar que aún tenía alma. Iba almacenando información a medida que avanzaba; aquel hueco del tiempo actuaba rápido con las personas, en las cosas aún no teníamos claro cuál era el efecto

2 comentarios:

Tuxina dijo...

Me ha encantado.
Me quedo con la serenidad triste del narrador. Ver cómo tiene el corazón endurecido ya a pesar de la miseria que le rodea.

Un beso.

The unknown man dijo...

¿El corazón endurecido a pesar de la miseria?. No en entiendo el "a pesar", lo lógico es que si te ves rodeado de un mundo, una sociedad así (me parece perfecta la manera que has empleado para describirla) es normal el desencanto.

Creo que es precisamente ese desencanto el que perpetúa sociedades asi. Provoca una desídia melancólica que impide al individuo reaccionar ante lo que no soporta del mundo que lo envuelve pero no protege.